En el Madison Square Garden, a nueve días de las elecciones, Donald Trump cerró su campaña con un mitin marcado por un tono de rabia y resentimiento.
Tras una serie de intervenciones cargadas de misoginia y racismo —donde colaboradores se burlaron de hispanos, afroamericanos, judíos, y de la vicepresidenta Kamala Harris—, el evento terminó reflejando el tono oscuro y divisivo del movimiento MAGA.
El expresidente llegó al escenario calificando su posible reelección como un “día de liberación” para Estados Unidos, declarando que el país está bajo “ocupación” de migrantes y prometiendo procesar a aquellos que, a su juicio, hayan interferido en elecciones. La retórica del mitin ha levantado las alertas de los demócratas, quienes advierten sobre su giro hacia el autoritarismo. En palabras de su exjefe de gabinete John Kelly, Trump encajaría en la definición de un líder fascista.